No se trata de que el cuero esté de moda otra vez este invierno, sino de que en realidad nunca ha dejado de estarlo. Una prenda de cuero puede convertirse en una pieza clave de un buen fondo de armario, ya que resistirá como pocas el vaivén de las temporadas, llegando incluso a ganar con el tiempo.
Aunque instintivamente asociemos su uso a looks duros de inspiración rockera o motera, como en los diseños en clave neo punk de Versace plagados de tachuelas y combinados con estampados de cuadros de inspiración escocesa, lo cierto es que esta temporada el cuero ha querido mostrarnos su lado más suave y ladylike.
El cuero se ha consagrado como material predilecto para confeccionar, no solo las populares cazadoras perfecto, sino también prendas imprescindibles en el guardarropa de una working girl, como las faldas lápiz.
Chaquetas y gabardinas se dibujan en líneas XXL, inspiradas a veces en la arquitectura como en el caso de Stuart Vevers que plasma en su colección para Loewe su admiración por el museo Guggenheim.
Balmain apuesta por destacar ciertas reminiscencias ochenteras dando protagonismo a las siluetas de hombros anchos y cinturas ajustadas, mientras que Raf Simons busca para Dior la sofisticación a través de vestidos de faldas abullonadas que contrastan con la desnudez de los hombros que proporcionan los escotes palabra de honor.
El color negro siempre es una apuesta segura a la hora de garantizar la intemporalidad de una prenda de cuero, pero también pueden serlo los tonos neutros como el nude que propone Blumarine o los burdeos de Burberry Prorsum.
Para las más atrevidas siempre quedarán tonos divertidos y llamativos como los que pudimos ver en el desfile de Prada.
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